Quizá, por sentirme tan pequeñita, a veces no me gusta.
No me gusta pensar que ser bueno ya no importa,
porque vas a recibir lo mismo que los demás.
No me gusta que la ilusión de compartir se rompa,
o que hay gente que promete pero luego no está.

Sí, soy caprichosa, porque sí, soy pequeñita.
Y aunque mi madre intentó enseñarme
que cada gesto es un regalo de la vida,
y yo sigo exigiéndole a la vida que me premie;
que me sepa compadecer cuando no soy tan alegre,
que por fin se me noten las mentiras.

Que él quiera besarme las cosquillas que no tengo.

Por eso,
 me reafirmo y me remiento
si me digo que ya no creo en cuentos
o que mi visión del mundo se acerca al acierto.
Por eso,
me escondo en un abrigo que me va grande,
en los zapatos de tacón de mi madre
e invento que soy ciento más que adolescente.

No puedo evitar que a veces sean ciegos.
No puedo desear centrarme menos en mí,
no puedo pedirle a una estrella que el peor defecto
por unas horas abandone mi cuerpo.

Porque soy tan tan pero tan pequeñita
que cuando me empujan caigo fácil,
y lloro cuando me raspo la rodilla.
Porque soy tan tan tan escurridiza,
que a veces me resbalo en una o dos alegrías

y rompo sin querer mi castillo de arena.





Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces
-desde mi ventana del cercanías-.
Debí imaginármelo: Madrid.
Velocidad, instantante, repetir,
El sol cae y vuelve a salir;
El sol cae y vuelve a salir
Pero...
Nadie te avisa.
No hay manual de instrucciones para ser
Estudiantes sin prisa.
No hay cariótides que sujeten mi cuerpo
Ni el humo, que es símbolo del decrépito 
Estrepitoso en el que a veces,
caigo.

Es un ciclo.
Un periplo que no termina
Porque es la vida.
Perdonar para agradecer;
Perdonar luego agradecer.

Crecer.
El sol cae y salen los monstruos.
Soledades, salidas de emergencia,
agobios.
Su mirada cuando dice que no
puede con todo,
O la mía cuando me entristezco porque
no hay un yo sin un nosotros.
(por eso no siempre en mí soy yo).

Pero crecer.
Aprender a coger el metro a tiempo,
Hacer mejor los malabares con el dinero,
Y adornar postales con la cara B de 
la cara B del las ofensas que no merezco.

En fin, tampoco profeso,
es otro mi credo...

Pararme a saludar hasta al puto viento.
Gritarle que no me da miedo su negatividad,
Porque yo leí en el firmamento
Que soy mucho más fuerte que todo eso.

Que Madrid son cielo y ciento de momentos,
Ciento y cielo de abrazos 
que me gane aquí.
Puede que algún desprecio.
Puede que algún lamento por lo que dejé
Por el camino.
Me despedí entonces, y repito;
me vuelvo a despedir
De lo que me ha dado y da la mano.

La peripecia más casual del destino,
La casualidad que cada día encuentro.

Que lo que intento,
Con la sencillez más pura que tengo,
Es decir
Que os llevo a todos dentro.


--(The Verve - Bitter sweet symphony)--



Mi cielo,
Ojalá te vieras como yo te veo.

Quisiera en un gesto de agradecimiento
darte por un día mi vida, y así
te pudieses sentir como yo te siento.

Quisiera regalarte mi piel.
Mi inocencia cuando te doy la mano
y mis secretos cuando estás dentro.

Quisiera, pero ya tienes, mi tiempo.
Mis pasiones y pensamientos
cuando Madrid es fría y mi confianza tirita.

Quisiera, pero es ya es tuya, mi sonrisa.
La furtiva cómplice entre dos miradas,
Y la exhaltada risotada compartida. 

Sé que te nombro de dudas desnuda,
Porque la boca se me llena de futuros.
Y te atragantas, porque a veces te asusta.

Pero tienes que entender; que
Yo me alimento de un sueño, intruso, iluso,
del aliento que sabe a amor en tus mañanas.

Por eso no tengo prisa, mi cielo eterno.
Porque, estoy (perdidamente)
enamorada.


He comenzado mil veces así,
pero yo nunca te pedí que lo hicieras.
Así como nunca tuve que exigir
que me tomaras de la mano.

He comenzado mil veces diciendo
que no tengo culpa de que adores
Como se mezcla el pelo y mi viento.
Que yo no controlo sus vuelos.

Yo nunca te pedí que me dejaras libre.
Nunca necesite hacerlo, 
Porque me amaste con mis alas.
Por eso volvería siempre a tu acento
Cuando me siento extranjera.

Yo nunca te pedí tu tiempo,
Nunca te reclamé más que la vida.
Y sin embargo ahí estás, velándome,
Hasta que quedo dormida.

Sólo te he rogado por algún verso,
Por algún beso de tus manos.
Y sin pedir me regalaste tu universo,
El instinto y el calor más humano...

Yo soy de las que se rinde, amor,
Y tú lo sabes.
Que yo nunca quise querer
Por miedo a enamorar a alguien.

Yo nunca quise así a nadie.

Porque sin pedirlo allá estas.
Reconstruyendo mis cenizas,
Para que vuelva a volar.

Yo nunca te pedí que me amaras,
Pero tú me enseñaste a amar.


No me fío de las personas que no creen en las casualidades.

Me explico:
Desde que estoy aprendiendo a volar, me he dado cuenta, de que lo más bonito que existe en la vida es lo inesperado. ¡Es tan bello cuando te golpea la fortuna! Porque las casualidades van así, buscando una sonrisa que les responda, unos pasos curiosos que se aproximen. Ellas gritan "miradme" en la calle esperando encontrar a alguien que no sea ciego.

No me fío de esas personas, porque el que nunca se ha encontrado con una casualidad es porque no ha querido. Tal vez no se le ocurrió preguntarle al camarero cuando era su cumpleaños, y así nunca averiguó que era el mismo día que él. Yo las conozco, ellas siempre están ahí, pero necesitan de una pregunta, de una chispa de inocencia para encender el fuego que tanto amo. No saben, no entienden, que ese camarero igual es la persona que les puede dar un trabajo, igual es la persona con la que se casaría su hermana, quizá es alguien que necesita su ayuda... Pero no, nadie rompe el silencio del miedo, la dictadura individual de la sociedad. Ya lo siento, pero quien no busque en su corazón la ilusión por descubrir, nunca podrá acercarse al calor de la vida.

No sería capaz de enumerar cuantas casualidades he conocido desde que aprendo a volar. 
Quizá, el señor con una discapacidad mental en silla de ruedas que llevé a pasear, y del que tanto me obsesiona su mirada de agradecimiento. 
Quizá, la música espontánea que me grita que me acerque y las manos que saludan rotas de tocar.
Quizá, todos los poemas de los que me niego a ser musa.
No sabría, de verdad, y sin embargo, no dejo de soñar con encontrarme un día más una casualidad detrás de una farola, leyendo un libro, sin saber a dónde va.

Y no me fío de las personas que no creen en la suerte. Porque su suerte la aniquilaron cuando decidieron cerrar los ojos, encender los teléfonos, no mirarse en los metros. De verdad, corazón, que depende de ti si el mundo es color de rosa o gris. 
Mi suerte es el tesoro más grande, porque las casualidades sólo las ves cuando sabes valorar. 
Y así estamos, aprendiendo a volar.

Gracias, Madrid, por ser mi casualidad.
 


Estoy orgullosa de mi corazón.
De su pasión por el hogar y
De su vocación de golondrina.

Dichosa, por quien quiero ser y soy.
Por mis entrañas maltratadas,
Por mis mariposas en la barriga.

Vivo en una ciudad sin ley.
Aquí te basta con respetar
Que entrando al metro,
Por el lado derecho si no caminas;
Para dejar caminar.

No hay guías para Madrid,
Para la chica que hoy conocí
Que visitó Tayikistan.

No hay monumentos para ti,
A quien aun no he encontrado
Pese a saber que esperarás.

¡Cuántas almas para abrazar,
Cuantos principios volando!
¡Cuántas sonrisas que enamorar!
Dime, ¡cuántos!

Por escucharte hablar de amor
Es que te admiro,
Por imaginarte recitándome el destino.

Qué culpa tú tienes de tener un corazón sencillo.
Qué culpa yo de querer buscar tu ombligo
Para coronarlo universo.
Qué culpa tú de ignorar mi idilio.

Qué culpa yo de dedicarte un verso.


Etapa.
Eso es todo,
todo va por eso.

Es una etapa sólo
hasta que haces tuyo el ritmo incesante de la ciudad.
Sólo unos días
hasta que aprendes lentamente
a llegar puntual.

Es sólo tiempo,
Que pasa como una racha de viento,
atrevida, levantando mi falda.
Es sólo eso,
Un café intenso
En una taza de indiferencia helada.

Ya alguien aprenderá a descifrar
tu mirada codificada,
Como cuando miras al horizonte
Y me dices que no pasa nada.

Pero lo sabes. Sí, sí pasa.

Pasa, de nuevo, el tiempo.
Pasa, otra vez, la distancia.

Quién me diría que mientras más cerca estás
más lejos te tengo
más lejos te busco
más lejos te encuentro
más lejos te quiero
más lejos lo siento.

Quién,
de los que nos vio pasear en enero.

Una soledad compartida,
Una debilidad de pura roca.
Un paseo por el desfiladero
Del filo de cuchillos de tu boca.

Una ventana verde de lágrimas,
El abandono más cruel.
Una noche de poesía eterna
que no me sabe querer.

Cien mil caminos de huida
Para una nueva realidad,
Para mi alma furtiva.

Más puertas cerradas que abiertas.
Sigo asfixiándome buscando el aire;
Sigo teniendo en los pies cometas.

Cada vez menos rimas
Cada vez más frías.

Cada vez menos futuros,
Cada vez más oscuros.

Cada vez menos tiempo,
Cada vez más sintiendo

Que no sé qué estoy haciendo.

Hacer maletas me supone cada vez una mayor dificultad.

Quisiera llevarme conmigo la sensación de hogar
que me llena cuando mi madre me abraza,
Quisiera tomar cada uno de los árboles y flores
Y plantar en Madrid mi ventana.

Quisiera guardar en un baúl los besos sinceros
De todos los corazones puros y plenos,
Esos que tengo suerte de compartir conmigo.
Todas las sonrisas, los recuerdos y momentos.

Ya lo sabia que se me escaparía el reloj.
Que la intensidad pasa factura 
cuando no la ves subirse a la línea de metro,
Que la ausencia de confianzas es oscura.

Pero sé que no hay mariposa que naciera sin ser oruga,
Que las flores del loto crecen del barro.
Que el amarro con que me aferro a las raíces
de la vida es parte del camino, y hay que andarlo.

(Porque se hace camino al andar).


Como en un tren,
a veces la velocidad me tapa los oídos. 
Cuento los días en "Días que quedan para", ajena.
Bailo al ritmo que me marcan, porque así he vivido;
Y es tan rápido que el corazón se desenfrena.

Tengo las manos tan llenas de ojalás
que se me desbordan los futuros,
Y a veces me siento una prostituta de sus pautas,
Y a veces no pienso en si lo que tengo delante
es una puerta o es un muro.

Por suerte para mí siempre queda mi ventana fría,
Cuando todo a mi alrededor duerme 
y las estrellas son mi manta.
Aquellos árboles del fondo son mi única casa.
Suena Jimi Hendrix y recuerdo a Benedetti,
Con ese verso que tanto me gusta
que habla de nostalgias.

Tengo la férrea voluntad de no aferrarme a nada,
de olvidar algún que otro principio 
y desterrar todos los finales.
De medir el peso de las cargas, las culpas, las inseguridades,
Porque necesito perdonarme por todas las veces
Que decidiré rendirme al vértigo y a sus precipicios.

Sé que me equivocaré, es la única premisa
-promesa de desequilibrio-
Que olvidaré mi nombre por alguna que otra sonrisa.

Pero no hay nada mejor para el cuero
Que las cicatrices y sus vestigios.


¿Nuestro problema?

Que vivimos pensando que todo
ha quedado escrito,
que llevamos un control del modo.

Que nuestro presente es infinito,
mientras lo único seguro
es la certeza de que muera.

Sobre el papel todo es perfecto,
¡compra la vida que te venden!
Desperdicia las horas y gana dinero.

Búscate un novio decente,
haz fotos y enmárcalas para los recuerdos
que creéis que habéis vivido.

Deja pasar los trenes,
no hagas caso de las señales del cielo.
Dona tu cerebro
para trasplantes de pelo.

-

Lo único valioso que tenemos
son las fugaces casualidades,
que despiertan futuros dormidos
que limpian el mundo de necedades.

Ese es el problema,
que hay belleza donde no quieren verla.
Que hay canciones tristes en los ojos
de cada una de las fronteras.

Toma el pulso de tus pisadas,
olvida la coherencia y sus antojos.
Nos han hecho pensar que hay jaulas,
nos han hecho creer que estamos locos.

Pero a la mierda con sus discursos,
con su ideología de martillo y bombo.

La libertad es la libertad
de elegir el cómo.




Soy mucho menos artista cuando estoy feliz, lo sé.
Y menos ordenada escribiendo, como ahora. Tampoco me importa.


Pero es que a veces, sin querer, me cantan los oídos. Es magnífico vivir con la banda sonora de la felicidad: todo se escucha diferente, más leve. Como si un mar de calma sustituyera a mi cerebro busca-dilemas, armonizando el fluir del caos de la vida.


                                                                                           -sigo queriendo ser periodista-
No enciendo la televisión y no leo las últimas noticias                                                      porque nunca hablan de soluciones. "Se necesitan 500 abrazos sinceros para un refugiado", "Buscan a un hombre sensible dispuesto a hacerle el amor a la mujer que fue herida por violencia de género".

No sé si seré periodista. Sé que seré feliz, tengo plena confianza en que sabré serlo.

Madrid, llevas el nombre de mis oportunidades, valóralo. También sé que yo lo haré.

Tengo mucho corazón con ganas de crear. Tengo mucho por crear y por agradecer. Tengo que agradecer mucho a la persona que me dio la vida, y a la vida, y la boca con la que quiero compartirla.

Porque amo. Y amando voy aprendiendo a amar.




Inconscientemente, un día nuestra vida pasa a ser una nube.

A la corriente del cielo, caminando a paso lento;
Adoptando todas las formas que le exije el viento.
Volátil, como quien vive con la ausencia
del impulso de la meta que te arrime los sueños.

Nube de absurdo, nube etérea;
yo no quiero que mi recorrido sea inapreciable
y al pestañear desaparezca.
Nube etérea, nube de absurdo
yo me niego a que le arranques la voluntad férrea
a lo que más querré en este mundo.


 No se puede obligar a una nube a dejar de serlo. Las almas de las nubes suelen ser vaporosas e indecisas. Tras su gran armazón algodonado, se oculta vacío y lluvia. Y sólo cuando entras en una,  entiendes al que llora por niebla.

Pero.

Cuando sabemos dónde vamos, corremos.
Con el ánimo fiero de un tren, corremos.
Y cada bache se convierte en parte de la vía;
los errores, lecciones; los aciertos siempre aciertos.

Para esas ganas de devorar la vida
necesito abandonar su lastre y mi equipaje.
Sólo requiero una sonrisa.
Como un tren, iré, rechazando la deriva.
Atropellando a todo aquel
que se interponga en mi poesía.

(Es el trayecto de mi vida).




Qué habría sido de Narciso si nunca se hubiera encontrado. Si nunca hubiera visto su reflejo.

Puede que el Eco hubiera resonado eterno, hablando de virtudes confundidas.
Puede que hubieran pasado mil ninfas sin que nunca llegara a entregarles su corazón en carne viva. Siempre a falta de transparencia y cristal;
Narciso.

Me lo imagino callado entre la corriente. Con la pasividad de quien deja el tiempo pasar.
Sumergido en el temor de entrar, ignorando el espejo.
Narciso, hasta tornarse viejo, huyendo del mar.

¡Que chillen las mil ninfas, que aúllen de amor!
Mientras no logre enamorarse de su  retrato,
todo su corazón seguirá volátil por puro vapor.
(No quiero que lleve mi nombre).








Si brilla el sol, los reflejos bailan hasta el ocaso, de un lado a otro.
Será primavera.
En el aire se prometen las golondrinas, que me invitan a jugar a la libertad con ellas.
El horizonte se arropa en un círculo primitivo y destierra la sociedad y su rastro. 
Si brilla el sol, es de un azul libre de dudas
tan poco melancólico que provoca envidia en las paletas (porque rompe el color frío). 
Veo a las briznas, a las hojas humildes, ondeando la bandera de la pureza. No saben que son el último legado de revolución salvaje en un mundo encajonado. Cantan los himnos de viento, cantan corrientes. Es el sonido de lo irrepetible desafiando al ideal del progreso, que todo lo para, que todo lo guarda, que todo lo quiere. E incluso si brillan las nubes, se filtrará la luz de la vida.

Nuestra ciencia rechazó que fuera humana. Porque nadie es tan valiente como para llorar tormentas sin escondite, a la vista de todos los ojos. Porque a veces es anciana, en cada noche y cada árbol invernal; pero renace y su niñez vuelve. Nuestra ciencia jamás pensó que nosotros pudiésemos alcanzar tal humanidad.

Por eso creo, que si Van Gogh pretendía pintar en la naturaleza lo que sentía,
es porque aún no sabia sentir lo que la naturaleza pintaba.








Nadie se atreva a recriminarme
que escuche Sabina si estoy triste,
Cuando fuera llueve la suerte
Pero yo sigo sin querer mojarme.

Hace tiempo que pasó abril.
Y aunque me rodean las rosas
No soy merecedora de ellas.
Hace tiempo que vivo aquí;
melancolía.

La añoranza por el abrazo que no tengo,
El abrazo que no ve lo que siento,
Y que me obliga a quererme cuando
Aún 
no
entiendo.

¿Qué le aporta mi jardín,
A la selva del extranjero?
Para qué me sirve ser
Un peón sobresaliente,
Si la felicidad más pura vive
En melodías de adolescente.

"Hay caminos que hay que andar descalzo",
Hay tatuajes bajo la piel.
Y si crecer es llorar, vivir es agradecer.




Cuando la noche canta, Madrid camina más lento.
("Para que sólo tú la retoces").
Y si la piel tiene frío, pondrá el sol más cerca del horizonte,
Y si los ojos tienen mares, te pondrá más cerca a ti.

Cuando la noche susurra, sus palabras son de acero.
("Para romperla luego de amar").
Y si los cuchillos tocan alma, no habrá tregua de besos,
Y si los besos tocan coraza, se cansarán de besar.

Cuando Madrid amanece con hambre, gime la carne.
("Inesperada para mi voz").
Y si su corazón sonríe, se hace pequeño el calendario.
Y si las manos se encuentran...

 Yo abandonaré los "y si", mientras las manos se queden.
("Una cancion de los dos").



A veces se despierta
con un sol dibujado en la cara,
Y se presenta 
a los desconocidos como "Algarabía".
Esos días 
en los que sus pasos se besan solos
Y es a ella
a quien le reza el pan de cada día.

A veces abraza
tan intenso que se desborda,
Cuando se le escapa
el amor, y se queda vacía.
Si la revolución
es la valentía de enfrentarse,
Ella va.
Disparando poesia.

Todo, contra la profecía de mi piel.
"Si no lo evito, cada noche dormirá más fría.
Cada
Vez
Más 
Mía." 



No lo supe hasta que tuve el corazón en la mano.

Como todo en mi vida, no llamó a la puerta.
Navegó bajo las telas de mi falda,
Saco filo a cada vello y me dejó
con su nombre escrito en el rostro.
Como nada en estos días, me miró sonriendo:
Se sabía San Jorge, matando leyendas.

Yo,
Que no soy más que un pétalo,
En sus ojos reflejo la primavera.
Y en sus manos, melodías,
Si se despiertan poetas.

Es testigo el dormitorio,
Fue él quien suplicó el morir al tiempo.
Pero solo le escucharon mis demonios.

(Y no lo supe
hasta que tuvo el corazón en la mano).






La evolución nos puso los ojos en frente del horizonte. Y le hicimos caso. Pintamos una línea de esperanzas y sueños, pintamos nubes del color de las promesas. El horizonte es el sentido de nuestra existencia como sociedad: ya bien el mundo de las ideas o la Jerusalén celestial. Pero futuro, siempre es un futuro. No conocemos ni concebimos la estabilidad sin la distancia, sin la velocidad.

Pero el horizonte es ficción, una trampa. La división entre el cielo y la tierra nos lleva siempre ventaja, y se ríe de nosotros. Mañana puede que tropieces con una piedra, y dónde quedará tu cielo entonces. ¿Cuál es la necesidad de buscar un sentido? ¿Por qué tenemos que, inexorablemente, apartar de nuestras mentes la idea de que la mayoría de nuestras existencias serán irrelevantes, el absurdo de nuestro rol individual entre otros más de 7000 millones? La libertad está en la consciencia.

El obrero que se levanta cada mañana, encuentra en su oficio su significado. El estudiante que mira en sus notas el resultado de su esfuerzo, no se plantea su función más allá de la recompensa. El parado que, sumido en la desesperación, corre detrás de la oportunidad de una nueva ocupación, una nueva meta. Gastamos nuestras horas en eludir, en evadir, a nuestro propio ente y a su destino. No en vano se ha fingido creer que negar un sentido a la vida lleva forzosamente a declarar que "no vale la pena vivirla", a pesar de que no exista ninguna equivalencia obligatoria entre ambos juicios. El suicidio nace de la impugnación del absurdo. Porque cuando esta verdad cae sobre nosotros impacta como un peso incómodo, absoluto e ineludible.

A nadie se le ocurrió pintarnos los pies. La solución y la claridad está en encontrarnos como individuos, en vez de reflejarnos en nuestros méritos o aspiraciones. La postura más coherente es entonces, la rebelión: si ser consciente del agotamiento es agotarse, si librarse del peso de la vida es cargárselo a uno mismo; necesitamos una rebelión diaria que nos desafíe. Y la más difícil de todas ellas es aprender a sernos fieles, aprender a convivir con el absurdo, incluso aprender a disfrutarlo, para lograr crear. El arte es el aporte más esencialmente bello y trascendental. El arte de un pincel, de posar los labios en la boca exacta, el arte de sorprenderse; como fin en sí mismo. "Tenemos el arte para no morir de verdad".

Sísifo, debido a su impertinencia, estaba castigado a levantar una pesada roca hasta lo alto de una montaña, desde donde los dioses la harían caer y él debería volver a llevarla a la cima; eternamente. Pero Sísifo aprendió a amar cada grano de la piedra y hacerlo su propio mundo, llenó su corazón con ella. Y por ello, hoy lo imagino feliz.


Soy el puño en la pared: inútil, ingenua, sangre. Todos los días. Todos los días veo cómo crece la bestia de la inseguridad, que se alimenta de miedos y decepciones. Todos los días. Y yo intento que se esconda tras la sonrisa, y que no lo vean. Y no lo ven; porque no me ven. Pero su voz metálica susurra que se acabarán dando cuenta, susurra lo que sé: que nadie tiene ganas de reparar alas rotas, que no dejarán de volar por levantarme a mí... 
Cada vez más pequeña a cada paso; el corazón, cada vez más despacio. El alma, retazos. Y la culpa es del hambre.

Porque eso es lo que me pasa, hambre. Hambre de los sueños prometidos que resultaron huecos.
Pero ya he asumido su vacío. Me lanzan cantos de sirena, sumidos en la parte del abismo de los que viven sin conocer ni sufrir. Apenas con un dedo me aferro a mi trozo de vida. 
Ella, fiera, dicta: "nadie puede salvarnos excepto nosotros". 
Yo, impotente, entiendo: "no cabe ayuda en otras manos".

Dime si cuándo, si cómo, si dónde; si caí o si caeré. Dime si fui yo o lo que se desplomó fue mi realidad de cartón. Dime si el mundo ya estaba caído;
 y no hay consuelo que baste para el dolor con el que cobijo a todos los corazones vivos. 



Y es otro día que afuera llueve,
Otra noche vacía en la que ni la luna
me conmueve, y no.
La misma cama sin su tacto,
El mismo monstruo del miedo que 
me persigue a cada paso,
que solo me visita en el ocaso,
cuando mi cuerpo se abandona
a la victoria del fracaso
y al pedacito escaso que me queda de ilusión...

Y aunque miro, al frente en cada desafío 
es difícil caminar 
cuando no me fío ni de mis pies.
La cara de mi asesino lento
en el espejo observo
sabiendo que la condena es saber:
Que no hay amnistía para el presente,
la única cadena perpetua es la mente,
Y a la mierda la gente 
si no lo pueden ver.

Es otra discusión sin conclusión,
otra herida que se abre pero
es el mismo corazón,
que llora.
Porque no sabe sonreír al mundo sola
ni enfrentarse o levantase
porque añora.


Ahora.



Lo bonito de la cuerda floja, es que permite sentir las nubes y a la vez, la posibilidad de caer, de romperte lento cuando lo pidas. No tienes que elegir, sólo caminar y dejar que el camino pase tras de ti, esperando. Lo comfortable de la cuerda floja, es la seguridad de que es todo un truco. Lo triste, es la imposibilidad de mirar hacia arriba, por el riesgo al desequilibrio de la ambición.

Pero esta vez, sin pedirlo, caí. No sé cómo, no sé cuando. No sé en qué mirada, me desplomaste de lo intermitente. 
Y ahora me sobran los caminos, no los quiero. He necesitado el derrumbe para quedarme quieta, tendida, contemplando todos los futuros posibles, y entender dónde está la verdadera meta. Así tú llenaste mis ojos de azul, tú me diste las alas. La libertad de olvidarme de la falsa balanza, y volar a tu lado. Cada vez más alto, cada vez más riesgo. Como si Ícaro al tocarte corriese al sol y se olvidase de la tierra. Y aunque sé que no hay arnés, no hay ningún seguro de corazón; confío, ciega de vértigo. Quizá eso sea lo más bello de todo. Confiar.

(Sé que no será lo más bonito que te hayan dicho ni te dirán pero, quiero que sepas que)
He guardado mi cuerda.


He aprendido a amar cada uno de mis parpadeos,
Cada duda y cada miedo.
He besado cada piedra del camino.
He tenido que vaciarme los bolsillos
para entender que cabe en un puño
todo lo que siempre había querido.

Jugué al escondite con el destino
y se ha reído
de mis certezas y mis credos.
Pero ahora
Las cometas ya no vuelan por el suelo.
Sobran estrellas
cuando me sonríe su cielo.

Sólo hay felicidad detrás de cada careta.
Para rimar su boca con cada "canción"
no hay respuesta...
para cuando florece el corazón.
"Ya comprendo la verdad

estalla en mis deseos

y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios

Ya comprendo la verdad

ahora,


a buscar la vida"
-A.P





Es la primera,
La primera noche en la que decide rendirse y huir.
Él, que parecía el insaciable explorador de mis caminos,
el que profeticé cuando no supe ser luna.
Él, que me esculpió ligera ante las dudas,
Pero olvidó cómo volar.
No me mires así porque tú me arrancaste la piel,
Obligándome al espejo;
No me llores por un cuadro que pintaste sólo tú.
Te subiste al mundo, y la verdad te derribó;
Pero no te preocupes, somos muchos en el suelo.

Es otra más,
Otra de las noches en las que me pierdo en el cielo.
Otra noche frente a las constelaciones y su abismo.
Yo, que me siento irremediablemente atraída
Por el vacío del oscuro y por el brillo de las estrellas
Porque creo ver reflejada mi alma caída,
Carente de grises o del matiz,
Es blanco o negro,
Es amor o miedo,
Es...
Yo, que estoy a años luz
de toda su tierra de certezas.

Es el segundo
En que creíste ver en la oscuridad.

(Él) Es el siguiente,
La excepción que odia confirmar mi regla.
La consecuencia de taparse los oídos e intentar,
De creer que yo podía ser algo menos mar.





Cuando terminó de asomarse, 
cuando venció al vértigo; me regaló un pincel y un espejo.
Pensé:

-Puedes pintarte flores.
Píntate la sonrisa que vendiste
a cambio de la estabilidad,
Pintarte triste.

Píntate heridas,
Llena tus manos de caminos y
Avísales del daño que causa
El terciopelo herido.

Píntate bella, corazón.
Píntate sin arañazos y sin metal.
Píntate alas nuevas,
No digas que son de cristal.

Píntate valiente, mi vida.
Píntate las dudas y di que no están,
Píntate libre y volando
Aunque te ahogues de mar.

Pero algún día, tendrás que mirarte,
y no habrá flores ni llagas,
ni a donde escapar.
Algún día, tendrás que escucharlo,
y no habrá excusas fugitivas.
No habrá.


Abandonaré ese pincel, lo prometo. Cruzaré el abismo, robaré el fuego.
Pero hasta entonces, el reflejo se escucha partirse. 
Y yo sé que cuando se rompe, nunca te mira igual...
                    (Si te rompen, nunca te miras igual). 




 

Si tan sólo pudiese eternizar cada segundo.
Detener el transcurso del pasado, 
olvidar la amenaza del futuro;
Si simplemente pudiese quedarme
con el tacto de sus labios frágiles,
Aguantarle un ratito esa mirada de luz
que destierra de mi alma la noche;
si dejara de empatizarme con las desgracias del mañana,
Si no tuviese conciencia y no hubiese crecido,
si aún no conociese el dolor de amar otra vida;
Si olvidase mi síndrome de corazón pequeño
que de todo se enamora y de todo se olvida;
Si él me permitiera escuchar cada sístole de su latido 
y convertir en refugio su pecho, su abrazo infinito;
Si no sintiese en mis manos el peso del universo,
si no supiese que no merezco tener para mí el sol.
Si tan sólo su voz no acariciase mis temores...

Entonces, sólo entonces, podría reconocer que es amor.





Soy pecho triste por dos destinos,
"Corazón cerrado por derribo"
Y laberinto al amanecer.
Ya no hay espera, ya murió el tiempo;
Donde hubo llamas, un verso lento
con la esperanza de renacer.

Soy optimista, creo en las horas,
Creo en las noches vacías de contras,
Creo en futuros y en las personas,
y creo en creer...
Soy principiante de lo imperfecto
Para aprender cómo tropezarme,
Cómo me acerco para no quemarte,
Cuál es la guerrilla de los amantes
que quiero querer...

Así como un gato sin dueño ni memoria,
Vivo desafiando la supervivencia
y sus espinas del pasado.
Pero una voz de ayer premonitoria
me sentencia limón sin inocencia.

En el precipicio de mi colapso;
Tú.

















veces se esconde de los besos que no da; y otras, sin pedir permiso para entrar, abre. Veréis, a mí nunca me han gustado las tormentas, y aún no he visto ninguna peor que su sinceridad. Son palabras eléctricas, precisas, fulminantes, que recorren sin piedad y reducen todo a cenizas. Porque si te mira, no te suelta, da igual como le sonrías. No, no hay tregua, o te enfrentas a la inmensidad o huyes; saldrás perdiendo igual.
Pero yo he sentido quebrar mis huesos por esa fuerza impasible. Yo he llorado cada gota, cada una de las doscientas gotas que erosionaron mi cuerpo. Yo, que siempre he tenido más mar que cielo y ya perdí demasiadas veces a los que un día llamé mi sol... A mí, nadie puede hablarme de naufragios.  Nadie se atreva a darme lecciones de cómo es la luz de las calles en la noche, la calidez que da una sonrisa con puntería, de cómo dar la mano. Porque a mí me encontró la locura de la que hablan las canciones, y desde entonces, me es imposible no seguirla buscando en cada voz.
Porque lo dije ayer, soy esa acróbata del horizonte enfrentado, contradictorio. La libertad sin amor que busca el amor preso. El corazón exigente lleno de vacío necio. El alma partida. Soy siempre las ganas de volar y siempre, las alas rotas. Da lo mismo si las fracturó mi presente o su pasado, o si fui yo para impedirme caer otra vez más; pero ahí las ves, muertas (de miedo). Con la parálisis de quién se siente abrazar por el futuro mientras te acaricia las heridas... Abrazar por el amor, por dolor, por el rayo instante. Por el recuerdo imperturbable.
-¿Cómo puedes pedirme que me enfrente, si nada me asegura que recordaré nadar? No. -sentencio, ahogada de pena.- Estamos condenados a ser hombre y mar, hasta que el corazón se distraiga de su propio rumor. 
 

 



Ojitos tristes errantes,
¿Por qué me quieres tocar el alma?
Ojitos tristes, tú sabes,
Que allí adentro no hay nada.

Pase quién pase, no me esperes,
Porque es más fiel la duda.
Sabes que mañana no siento
Por lo que ayer estuve desnuda.

Ojitos tristes, apóyate en mí,
Que hoy tengo el corazón feroz,
Que no soporto mentiras escritas 
Si te sinceras a viva voz.

Yo del amor quedé tartamuda,

Ya perdí la lengua y el beso.
Tú te mereces más que un mundo
Y yo no tengo más que un lecho.

Que no te puedo dar calor
Más tibio que el del infierno.
No te enamores, corazón; que tú aún estás a tiempo.









Qué miedo tengo.
Qué miedo a entender, 
A ver cenizas dentro.

Qué miedo vomitar flores con veneno.
¿Me arrancarás las raíces
si me callo un momento?

Pero qué necesario es ver nuestro cielo cayendo.
Los que yo conozco y los que son,
Aunque no encuentro.

Qué poquito paramos el paso del tiempo.
Ayer despertamos conciencias,
hoy me pruebo el recuerdo.

Y no me gusta. 





Me agobia
este monólogo tonto sin lengua,
esta nueva realidad de bocas cerradas,
de labios sellados.
Te prometo que he buscado
pero no hay palabra que iguale las baladas
de mis vocales sin gobernante:
el desfile de dos cuerpos soldados
sin consonantes, sin "tú" ni "yo".
Porque juramos que no,
no había un significado preciso
para las rosas de la piel.

Pero deshiciste, y ahora son
cien las secuestradas:
el tacto hedonista de la madrugada,
las excusas de colchón,
los ojos jóvenes del pecado;
o el anhelo sin permiso improvisado...

Hoy no hay qué comer, corazón,
no busques.
Aliméntate del recuerdo, corazón,
y acurrúcate tú solo;
que te honra el hambre.










Bibliografía.

Alexia Gómez. Con la tecnología de Blogger.
 
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