Las gotas caen hoy sobre mi cabeza. Una tras otra, todas iguales. Ellas no distinguen, ellas no discriminan, no eligen. Ellas no son distintas, solo caen...                        Y como las gotas de agua, yo también caigo.

Hoy con este ejemplo me empiezo a replantear, si será mejor la vida del que no destaca, del que se pasa las tardes en casa y tiene por mejor amigo a un libro. Piénsalo, aunque te parezca ridículo una vida sin luces ultravioletas o música de fiesta, una vida sin sábados noches... Nos enseñan que lo satisfactorio es ser diferente, hacerse notar. Pero ya hay tanta gente tratando de ser ese "diferente", que se vuelven todos iguales. Simples intentos, homogéneos clones.
Que nos impide ver que, el verdadero diferente, es aquel que no lo intenta. Que solo es.

Y en realidad, creo que ese marginado vive más feliz que ninguno. No se replantea si lo que haga va a ser hablado, no piensa que van a insultarle en cada esquina, no piensa los enemigos que se va a crear, o la envidia que nace tras él. El marginado es un alma libre. Es el ser más valioso y más valiente, y lo mejor, es que lo es sin darse cuenta.
Y feliz. Sobre todo feliz.

¿Cuando nos volvimos una sola masa de pensamientos enlatados, cuando dejamos de tener conciencia y nos volvimos tan inconscientes de nuestras opiniones? Y lo peor, ¿cuando pase yo a ser parte de ese rebaño? Ese momento en que discriminamos por errores cometidos en un pasado, por la forma de vestir, por un físico, por un defecto. En ese momento en el que queremos ser parte de un determinado grupo. Estáis matando vuestras voz, vuestra única opinión, vuestros pensamientos. Y son lo único que os quedará siempre. Quizá aun estemos a tiempo de volver a ser ese marginado que tenemos dentro...                                                    O tal vez solo seamos unos ilusos.




Alexia Gómez. Con la tecnología de Blogger.
 
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