Tenemos esa costumbre, tan bonita como dañina, de pensar en lo que haremos después de las doce uvas. En minutos, un año; "esta vez sí", y dibujamos los mapas del Olimpo. Da igual que no haya escaleras al cielo, cuando muera el último segundo tú apuesta al 16, cariño, que hoy no cobran por jugar. 
Por mi parte, tengo una lista llena de propósitos en blanco que sé, incumpliré. Tengo la esperanza de no cruzarme más equivocaciones de ojos verdes, de caerme un poco menos y un poco menos mal, de no tener que tender demasiadas lágrimas esta vez, de dejar de pagar de una puta vez los intereses de los demás.
(Y en altísimo secreto, de seguirme arriesgando la integridad por más camas sentidas).

En voz alta, sólo escribo: mis actos los guiarán mis pies. La experiencia, lo andando. Dicen, que no es una proposición sino la inequívoca verdad de los abrazos de cada día, de las miradas secuaces que dosifican mi felicidad. Como el beso de mi madre cada mañana, puntual. No me atormenta ningun futuro si sé que tengo un refugio en el amor de quienes me dan la vida, el camino, y los años. Lo único, lo único que quiero, es que no se derrumbe.

Ojalá el primero del mes ya esté ahí, burlándome de mí y mi arrogancia pasada, cómplice de lo que me espera. Conociendo lo que ignoro; con la certeza de la inocencia. 





Lo confieso, el limón de Miguel Hernández soy yo. 
Yo, ese cruce de miradas entre lo amargo y el dulzor, entre la impertinente educación y el nunca saber estar. La malicia tan ajena del descontento por puro capricho. La esperanza irremediable de una mano cálida que me encuentre los motivos. Soy, el cientoun golpe amarillo de la ignorancia más obvia, de las cien veces que callo lo que sé. La sangre que es torrente de rojo interno y no se presenta hasta que la herida es desgarro, que aguanta la mordedura de una punta.
Pero al levantar la cabeza y ver alguna que otra sonrisa, se me olvida qué rostro me envenenó en otras noches. Y durante una centésima de segundo, no hay tiempo para protocolos.

Yo, yo que nunca quise ser Julieta...


Es imposible e inviable no creer en las personas.
Si infravaloramos los mil caminos de una sola vida
jamás andará ninguno,
si deseducamos las mentes con ruido
no quedará sitio para pensar.
Y hay que pensar; aún más, hay que sentir.

Nos tiran sal en los ojos para que no resbalen,
Para que tengan miedo a nevar.
Pero ¡es tan bonito ver al mundo caminando! 
Caminando con la certeza de que ahora mismo, en alguna parte, 
está naciendo el sol...


Él no me leía, porque no sabía lo que quería decir.
Y no eran mis letras la excepción:
Tampoco me leía la mente,
no me descifraba las miradas,
ni me desnudaba los sentimientos...

Simplemente no me leía porque no quería aprenderme a leer,
"Para qué quieres metáforas ni verso ni palabreja
cuando dices lo mismo con un simple "Te quiero pero mal",
Entonces yo contestaba que la poesía era la versión extendida del corazón
Pero él tenía prisa y yo ya dale con las metáforas.
Ahora sé que analfabetizarte de mí fue la opción más inteligente.

Sin embargo,
si el día me vestía los ojitos tristes, 
él me iluminaba con su sonrisa de sol,
y si el pasado me reclamaba las dudas,
él las saldaba en cada beso.
Despacito, escuchando con la paciencia de quién da indicaciones
al turista que no habla tu idioma:
Desconociendo el cómo pero con la bondad de la intención.
Y aún no he visto una comunicación más bella que esa,

aunque yo fuese la peor extranjera,
y en el fondo
tampoco le entendiera.




Por otra parte, valora más mi inteligencia y mi talento que mi forma de sentir, siendo así que mi corazón es mi único orgullo, como también la única fuente de donde mana todo lo que tengo: la fuerza interior, la felicidad e incluso la desgracia. Lo que sé, puede saberlo todo el mundo. Sin embargo, el corazón es algo que me pertenece a mí solamente.
-Werther.

Sigue ahí.

Bombeando en silencio por el funeral de la risa,
bombeando profundo imitando mi herida.
Bombeando autómata por respeto a la rutina,
bombeando sin quejarse unas venas en ruinas.

Le pido al alma latidos
y me devuelve testigos,
Falsos profetas de mis sentidos prohibidos.

Yo sólo quiero que lata y preguntarle qué llora,
por qué sólo se desnuda a esta hora,
qué daño le había hecho la primavera.

...Será que un día le gritaron fea.



Alexia Gómez. Con la tecnología de Blogger.
 
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