(Me ahogan tanto los vasos de decisiones que trago
que en la autopsia casi casi lo declaran suicidio.
Pero señor, ¡fue asesinato!)
La convicción siempre dividida entre esperanza e indivisa.
La conciencia siempre a disgusto por aviso de embargo.
Con la inocencia de quién cree en moralejas de antes de dormir,
juego conmigo a alumbrar un camino de engaños dorados.
Equilibrios por el bordillo de la calzada de mi vida,
Equilibrios en mi autoestima entre el orgullo y lo amargo.
Y sin embargo, río a dientes, mientras huyo de mi sombra
Por la irónica ignorancia de olvidar dónde he sangrado.
Sólo yo, destino, lumbre; yo, mi infierno y mi legado.