En Madrid la oscuridad ya cubre el cielo,  las farolas ya alumbran las calles.


Ella acaba de salir del trabajo, le han hecho quedarse más tiempo de la cuenta para terminar papeleo. Las luces están encendidas, pero ¿tan tarde es? Son las once y cuarto. Está harta de trabajar como becaria, no merece la pena.


Y ahora volverá a casa, donde nadie la espera. Siempre es lo mismo. Cenar algo que haya sobrado, y encender la televisión, aunque realmente no la mire. Pero le gusta tenerla encendida. Le reconforta oír voces de fondo, le hace sentirse menos sola. ¿Y si se compra un gato?


Todos estos pensamientos la distraen tanto que casi tropieza escaleras abajo cuando entra a la estación de metro de Avenida América. “Tan sucio como siempre” piensa, y aunque normalmente no le molesta, hoy le produce aversión.


Compra el billete y coge la línea 4.  Se asegura de coger el que va en dirección a Chamartin, lo que le faltaba hoy sería equivocarse en eso. Por la hora que es, tiene que esperar 10 minutos hasta que pase el próximo tren, ¡mierda! Al menos están vacíos los bancos y puede esperar sentada...


Él había quedado con una chica, pero ella no había venido. Iban a ir a ver una película, aunque no habían decidido cuál. Había esperado una hora entera al lado del bar dónde quedaban siempre, pero tras tanto tiempo autcjgckhfxlhfx . Lo peor es que ni le había cogido la llamada.  ¿Por qué no encontraba una tía decente? Y aún quedaban 10 minutos de espera hasta que pasara el próximo tren. Sacó un cigarro y lo encendió, le daba igual la prohibición de no fumar en los andenes, total allí ya no había nadie a quién contaminar.


Ella miró al otro lado del andén y le vió ahí, estaba fumando. También a ella le apetecía un pitillo. Inspiró fuertemente para poder aspirar a algo de nicotina, pero lo único que consiguió fue ponerse a toser. Llevaba unos días acatarrada.
La mujer nunca había visto la estanción tan vacía. Le resultaba irónico que un sitio como este, que solía estar tan abarrotado, se encontrara prácticamente desolado, como si fuera acorde a como se sentía en ese momento. Solo estaban ella, y bueno, ese chico de ahí. En cierto modo, hasta le parecía agradable su presencia. Era reconfortante, como esas voces de la televisión que le hacían compañía sin verdaderamente hablarle, compañía semejante a la que se hacen dos estrellas que nosotros vemos, desde aquí, juntas, gemelas, y que allá en lo infinito, ni se ven ni se entienden, como decía Clarín.


“¿Era esa tos una indirecta?” pensó él. Por si acaso, apagó su cigarro. Menos mal que ahí venía el metro ya. Dentro sí que más había gente, pero todos miraban a sus teléfonos móviles. “No es mala estrategia para distraerse de este desolador paisaje” . Se sentó en un vagón diferente al de la chica de al lado, ya no podía verla. Por el escozor del tabaco en su garganta, comenzó a toser. Y lo que empezó como un carraspeo leve y rápido se acabó por convertir en una tos sonora y digna del peor de los enfermos. No podía parar de toser, le pasaba a menudo.


“Próxima parada: Prosperidad”


Entre tos y tos le pareció oír, sin embargo, un eco. Era la de antes,  la chica del andén, que aún tosía. Pero surgiendo de ella sonaba más bien como una melodía triste, como si lo tosiera para dentro para que nadie tuviera que escuchar su queja.


Ella tenía 22, había acabado hace poco la carrera y aunque trabajaba de becaria en una empresa, no cobraba, como tantos otros. Había venido a Madrid con la esperanza de encontrar algo, pero llevaba un mes allí y no había conseguido nada. Pensó en volver a su casa, pero ¿para qué? Tampoco encontraría nada allí. Y tendría que lidiar con la mirada de lástima de sus padres… No, no, estaba bien donde estaba.


“Próxima parada: Alfonso XIII”


Escuchó toser al hombre, y sintió lástima por él. Le pareció hasta cómico que ambos lo hicieran a la vez. “Parece que cantemos un dueto, como todos los funambulistas que suelen aparecer por estos vagones durante el día”, y por su propio pensamiento, se rio. Pero no dejo de toser.


Él tenía 30, y hoy había terminado con la chica con la que llevaba 6 años de relación. Incluso iban a irse a vivir juntos a Alemania por un ascenso que le habían dado. Ahora iría a Berlín, pero sin ella. Lo que no sabía, es que estaba desarrollando un cáncer de pulmón por las cantidades industriales de nicotina que fumaba al día, ¿cómo iba a sobrevivir a tanto estrés sin tabaco?


“Próxima parada: Avenida de la Paz”


Es por esta ruptura, que la idea de amor, del dúo, surgió antes en él que en ella.


“¿Qué te pasa? ¿Cómo te ha ido el día? ¿Te sientes mal? Yo te comprendo…Podría comprenderte más a menudo, si nos conocieramos, ¡si nos amáramos! Yo te cuidaría, y tu me protegerías… No tendrías que ir solo a Berlín, yo estaría contigo, porque yo quiero estar contigo, podemos estar los dos; juntos. ” parecía decirle la tos a él.


Ella por su parte, también disfrutaba imaginando que esa tos le hablaba. “¿Estás sola? Yo podría consolarte, yo podría hacerte compañía. No tendrías que volver a sentirte así, yo podría quererte… Yo sustituiría a las voces, yo sería tu gato, y tu motivo para quedarte en Madrid”


“Próxima parada: Arturo Soria”


Él bajaba allí. Antes de dejar el vagón, aún tosiendo, echó una última mirada a su alrededor.  El paisaje era tan desértico como cuando subió: gente mirando a su móvil, gente hablando con su móvil, un simple objeto hecho de chips y circuitos (¿acaso ellos no estaban incluso más solos?). Pero no pudo verla a ella antes de bajar.


Ella sí lo vio salir. “Sola otra vez”.


Él soñó con ella esa noche.


Ella lo buscó a él al coger el metro al día siguiente.


Él se acordó de ella al subir al avión destino a Berlín.

Ella creyó escuchar su tos entre las voces de la televisió
n.



Sí, he visto la oscuridad de la noche, estuve allí. He estado rodeada de toda esa soledad de una noche sin estrellas, con la ausencia de existencia excepto una luna, blanca, alumbrando.

¿Pero a qué? ¿Quiero realmente ver lo que ilumina? ¿Quiero ver lo que me rodea?

Se dice de los ignorantes, que por el hecho de ignorar, son más felices. Se dice de los sabios, que el conocimiento les hará libres. Pero yo ya no quiero conocer, si conocer implica conocerme a mí. Porque yo no quiero saber quien soy, y no quiero que la luna me ilumine. Solo que se apague. Solo quiero que la luna se apague para que la noche me trague, muriendo ahogada en la seguridad de la oscuridad, que no juzga, no piensa, no siente; que sólo es.
(la princesa de las pulseras y las tijeras)

Hay momentos, ráfagas fugaces, que nos pasan por delante sin que lleguemos a ser conscientes de ello. Hay momentos que duran hasta días. Y si es por saber, sé de momentos que han durado años, décadas, vidas... Pero el tiempo es temporal, y cómo ya alguien dijo hace mucho atrás "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". Hay momentos en los que te invade una sensación infinita de bienestar, de alegría, e incluso parece que esa sonrisa que habías perdido de vista estaba empezando a pagar el alquiler de tu boca (porque venía para quedarse). Y aunque pueda costar reconocerle la cara porque rara vez se deja ver; durante ciertos momentos, eres feliz. 

Hay personas que te sorprenden, de esas que te encuentras por casualidad una tarde en un café, o que se sientan a tu lado en un autobús. Hay personas con una chispa interior, con un brillo en la mirada. Que de un minuto para otro te hacen olvidar todos los problemas que has podido tener, o que tienes. Y es que la bondad que habita en ellas te hace que la pregunta sea "¿Cómo he vivido cuando no estabas tú?" en vez de "¿Qué será de mi cuando tú no estés?", porque no quieres aceptar que algún día todo acabará, que al fin de al cabo sólo son eso, instantes, situaciones, circunstacias... 

Hay personas y momentos -ráfagas fugaces- que son la esencia de vivir; y a las que deberíamos agradecer su existencia día a día, hasta que se acabe el momento, o hasta que se acabe nuestra vida.

(Al fin de al cabo, son lo mismo.)


De las personas sin persona. Que rien por comentarios vacíos, que otras personas vacías hacen.
De las personas que temen a la vida, y se camuflan entre drogas y alcohol, desconectando así mente y cuerpo. (Tal vez porque ellos tampoco quieran pasar mucho tiempo con ellos mismos.)
Las personas que necesitan pertenecer a algo de lo que realmete no son parte, algo que poder responder a la eterna pregunta del "¿quién eres?". 
             las que confunden sentimientos con ansia de corazones, con ansia de vida, con ansia de sentir.

Y pasando de una tercera persona, a la primera del plural:
Porque al fin y al cabo, somos eso, ¿no? Criaturas al orden de la sociedad anclados en lo que se espera de nosotros, que viven día a día con la esperanza de encontrar a algo, a alguien, que nos llene. En busca de emociones que completen nuestra vacía esencia. Creemos que nuestras decisiones afectan y nuestras acciones influyen, que vivimos la vida loca, que importamos, ¿acaso nuestra opinión importa?

No somos ni seremos más que esos, sujetos vacíos espiritualmente que son la mayor maravilla creada por el universo que conocemos; por el hecho de estar vivos, por poder escuchar, hablar, comunicarnos, leer, aprender, memorizar, sentir, pensar. Y que agradecen este don haciéndo uso de todo aquello que nos permita evitar quedarnos con nosotros mismos durante aunque sea un simple segundo (más).



          -¿Y tú me preguntas que quién soy? Soy un alma perdida más de entre otras 7000 millones.





Alexia Gómez. Con la tecnología de Blogger.
 
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