No sé muy bien cómo, ni por qué, ni con qué fin, pero te escribo.
Tampoco entiendo qué nos ha llevado a ser, a hacer, a jugar a ojo por ojo hasta que salga esta tormenta perfecta, con la que cordialmente convivimos.

Ojalá no hubiera tenido que oír lo que oído, ojalá tú tampoco. Ojalá un destino algo menos en contra, ojalá ser menos ruinas de Roma. Ojalá haber sido lo que pudimos ser, y no lo que fuimos y somos. Pero qué más quieres, si lo único que sé es ver las cosas cuando ya es demasiado tarde.

Es cierto, ya no te quiero. Pero sí que quiero, y si soy capaz, es por ti. Por lo que eternamente te estaré agradecida, por enseñarme a cómo no he de amar; y es por lo que nunca podré compensarte, por ser la víctima de este aprendizaje. Lo has oído tantas veces como yo, "Sí, sí, hasta que llegue un día en el que te importará alguien y te romperá el corazón". Y somos eso. Una historia triste de vencidos sin vencedores, una guerra sin supervivientes, una Troya que nunca dejará de arder.

Por preguntar, quisiera saber tanto... Quisiera preguntarme por qué tuve que invitarte a un puto calimocho el día que todo comenzó; el día en el que ya se vislumbraba cual sería nuestro fin y destino. Y por querer, quisiera poder responderme. O por qué soy incapaz de guardarte rencor por tus errores, cuando sé que tú sí lo haces, que debería hacerlo, que todo sería más fácil si me olvidará de los buenos momentos, y me creyera de verdad que no compensan los malos. (¿Los compensan?)

Por saber, quisiera preguntar tanto... Hay un "¿Estás bien?" encabezando una lista mental de "Cosas que no te dije"; seguidamente de un "Lo siento", y no te voy a mentir, también algún que otro "gilipollas". Por saber, me gustaría preguntar si algún día me piensas, o si un mínimo ápice de ti se compadece de nosotros. Conocer qué te lleva a actuar como lo haces, qué te hace ser  tan inpertinentemente orgulloso, como para qué cuando termines de leer esto, renuncies a hablarme, porque sigues creyendo que es lo mejor, y lo dejes pasar como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Por saber, quisiera preguntar tanto, aunque sé que ya no hay respuesta.

Pero por lo menos, que sepas que si algún día te apetece curarte las cicatrices, estoy donde habita el olvido. Al final, será que te escribo para eso.



No soy capaz escribirte como Hernández ni llorarte como Neruda, y nunca podré plasmar algo mínimamente parecido a lo que ellos, sin conocerme ni conocerte, nos dedicaron. Pero a ti, que sin prisa con una cerilla me has sabido descongelar tras la peor de las tormentas, a ti que siempre supiste esperar el día en el que me encontrarías desarmada y no desalmada; a ti, lo mínimo, son palabras, "que más que mías, son tuyas". 

Qué gran parecido guarda la soledad que compartimos con el amor...
Qué envidia de tus ojos que saben verme como ángel y demonio. Qué suicida corazón que entiende que se consumirá como ese pitillo compartido, porque en el fondo es consciente; yo solo sé dejar cenizas.
Y aún así, esta niña caprichosa cree que es de digno orgullo, el ser el rastro que deja tu pluma cuando sufres insomnio. Porque sólo tu has sido y serás (ni Hernández ni Neruda) el que pudo convertirme en lo que crea y destruye mi ser, en arte. "Para mi libertad, bastan tus alas", aunque esté mal citado.









Alexia Gómez. Con la tecnología de Blogger.
 
Twitter Facebook Dribbble Tumblr Last FM Flickr Behance