Qué gran parecido guarda la soledad que compartimos con el amor...
Qué envidia de tus ojos que saben verme como ángel y demonio. Qué suicida corazón que entiende que se consumirá como ese pitillo compartido, porque en el fondo es consciente; yo solo sé dejar cenizas.
Y aún así, esta niña caprichosa cree que es de digno orgullo, el ser el rastro que deja tu pluma cuando sufres insomnio. Porque sólo tu has sido y serás (ni Hernández ni Neruda) el que pudo convertirme en lo que crea y destruye mi ser, en arte. "Para mi libertad, bastan tus alas", aunque esté mal citado.