Inconscientemente, un día nuestra vida pasa a ser una nube.

A la corriente del cielo, caminando a paso lento;
Adoptando todas las formas que le exije el viento.
Volátil, como quien vive con la ausencia
del impulso de la meta que te arrime los sueños.

Nube de absurdo, nube etérea;
yo no quiero que mi recorrido sea inapreciable
y al pestañear desaparezca.
Nube etérea, nube de absurdo
yo me niego a que le arranques la voluntad férrea
a lo que más querré en este mundo.


 No se puede obligar a una nube a dejar de serlo. Las almas de las nubes suelen ser vaporosas e indecisas. Tras su gran armazón algodonado, se oculta vacío y lluvia. Y sólo cuando entras en una,  entiendes al que llora por niebla.

Pero.

Cuando sabemos dónde vamos, corremos.
Con el ánimo fiero de un tren, corremos.
Y cada bache se convierte en parte de la vía;
los errores, lecciones; los aciertos siempre aciertos.

Para esas ganas de devorar la vida
necesito abandonar su lastre y mi equipaje.
Sólo requiero una sonrisa.
Como un tren, iré, rechazando la deriva.
Atropellando a todo aquel
que se interponga en mi poesía.

(Es el trayecto de mi vida).




Qué habría sido de Narciso si nunca se hubiera encontrado. Si nunca hubiera visto su reflejo.

Puede que el Eco hubiera resonado eterno, hablando de virtudes confundidas.
Puede que hubieran pasado mil ninfas sin que nunca llegara a entregarles su corazón en carne viva. Siempre a falta de transparencia y cristal;
Narciso.

Me lo imagino callado entre la corriente. Con la pasividad de quien deja el tiempo pasar.
Sumergido en el temor de entrar, ignorando el espejo.
Narciso, hasta tornarse viejo, huyendo del mar.

¡Que chillen las mil ninfas, que aúllen de amor!
Mientras no logre enamorarse de su  retrato,
todo su corazón seguirá volátil por puro vapor.
(No quiero que lleve mi nombre).








Si brilla el sol, los reflejos bailan hasta el ocaso, de un lado a otro.
Será primavera.
En el aire se prometen las golondrinas, que me invitan a jugar a la libertad con ellas.
El horizonte se arropa en un círculo primitivo y destierra la sociedad y su rastro. 
Si brilla el sol, es de un azul libre de dudas
tan poco melancólico que provoca envidia en las paletas (porque rompe el color frío). 
Veo a las briznas, a las hojas humildes, ondeando la bandera de la pureza. No saben que son el último legado de revolución salvaje en un mundo encajonado. Cantan los himnos de viento, cantan corrientes. Es el sonido de lo irrepetible desafiando al ideal del progreso, que todo lo para, que todo lo guarda, que todo lo quiere. E incluso si brillan las nubes, se filtrará la luz de la vida.

Nuestra ciencia rechazó que fuera humana. Porque nadie es tan valiente como para llorar tormentas sin escondite, a la vista de todos los ojos. Porque a veces es anciana, en cada noche y cada árbol invernal; pero renace y su niñez vuelve. Nuestra ciencia jamás pensó que nosotros pudiésemos alcanzar tal humanidad.

Por eso creo, que si Van Gogh pretendía pintar en la naturaleza lo que sentía,
es porque aún no sabia sentir lo que la naturaleza pintaba.








Alexia Gómez. Con la tecnología de Blogger.
 
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