Soy el puño en la pared: inútil, ingenua, sangre. Todos los días. Todos los días veo cómo crece la bestia de la inseguridad, que se alimenta de miedos y decepciones. Todos los días. Y yo intento que se esconda tras la sonrisa, y que no lo vean. Y no lo ven; porque no me ven. Pero su voz metálica susurra que se acabarán dando cuenta, susurra lo que sé: que nadie tiene ganas de reparar alas rotas, que no dejarán de volar por levantarme a mí... 
Cada vez más pequeña a cada paso; el corazón, cada vez más despacio. El alma, retazos. Y la culpa es del hambre.

Porque eso es lo que me pasa, hambre. Hambre de los sueños prometidos que resultaron huecos.
Pero ya he asumido su vacío. Me lanzan cantos de sirena, sumidos en la parte del abismo de los que viven sin conocer ni sufrir. Apenas con un dedo me aferro a mi trozo de vida. 
Ella, fiera, dicta: "nadie puede salvarnos excepto nosotros". 
Yo, impotente, entiendo: "no cabe ayuda en otras manos".

Dime si cuándo, si cómo, si dónde; si caí o si caeré. Dime si fui yo o lo que se desplomó fue mi realidad de cartón. Dime si el mundo ya estaba caído;
 y no hay consuelo que baste para el dolor con el que cobijo a todos los corazones vivos. 



Y es otro día que afuera llueve,
Otra noche vacía en la que ni la luna
me conmueve, y no.
La misma cama sin su tacto,
El mismo monstruo del miedo que 
me persigue a cada paso,
que solo me visita en el ocaso,
cuando mi cuerpo se abandona
a la victoria del fracaso
y al pedacito escaso que me queda de ilusión...

Y aunque miro, al frente en cada desafío 
es difícil caminar 
cuando no me fío ni de mis pies.
La cara de mi asesino lento
en el espejo observo
sabiendo que la condena es saber:
Que no hay amnistía para el presente,
la única cadena perpetua es la mente,
Y a la mierda la gente 
si no lo pueden ver.

Es otra discusión sin conclusión,
otra herida que se abre pero
es el mismo corazón,
que llora.
Porque no sabe sonreír al mundo sola
ni enfrentarse o levantase
porque añora.


Ahora.



Lo bonito de la cuerda floja, es que permite sentir las nubes y a la vez, la posibilidad de caer, de romperte lento cuando lo pidas. No tienes que elegir, sólo caminar y dejar que el camino pase tras de ti, esperando. Lo comfortable de la cuerda floja, es la seguridad de que es todo un truco. Lo triste, es la imposibilidad de mirar hacia arriba, por el riesgo al desequilibrio de la ambición.

Pero esta vez, sin pedirlo, caí. No sé cómo, no sé cuando. No sé en qué mirada, me desplomaste de lo intermitente. 
Y ahora me sobran los caminos, no los quiero. He necesitado el derrumbe para quedarme quieta, tendida, contemplando todos los futuros posibles, y entender dónde está la verdadera meta. Así tú llenaste mis ojos de azul, tú me diste las alas. La libertad de olvidarme de la falsa balanza, y volar a tu lado. Cada vez más alto, cada vez más riesgo. Como si Ícaro al tocarte corriese al sol y se olvidase de la tierra. Y aunque sé que no hay arnés, no hay ningún seguro de corazón; confío, ciega de vértigo. Quizá eso sea lo más bello de todo. Confiar.

(Sé que no será lo más bonito que te hayan dicho ni te dirán pero, quiero que sepas que)
He guardado mi cuerda.


Alexia Gómez. Con la tecnología de Blogger.
 
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