Soy pecho triste por dos destinos,
"Corazón cerrado por derribo"
Y laberinto al amanecer.
Ya no hay espera, ya murió el tiempo;
Donde hubo llamas, un verso lento
con la esperanza de renacer.

Soy optimista, creo en las horas,
Creo en las noches vacías de contras,
Creo en futuros y en las personas,
y creo en creer...
Soy principiante de lo imperfecto
Para aprender cómo tropezarme,
Cómo me acerco para no quemarte,
Cuál es la guerrilla de los amantes
que quiero querer...

Así como un gato sin dueño ni memoria,
Vivo desafiando la supervivencia
y sus espinas del pasado.
Pero una voz de ayer premonitoria
me sentencia limón sin inocencia.

En el precipicio de mi colapso;
Tú.

















veces se esconde de los besos que no da; y otras, sin pedir permiso para entrar, abre. Veréis, a mí nunca me han gustado las tormentas, y aún no he visto ninguna peor que su sinceridad. Son palabras eléctricas, precisas, fulminantes, que recorren sin piedad y reducen todo a cenizas. Porque si te mira, no te suelta, da igual como le sonrías. No, no hay tregua, o te enfrentas a la inmensidad o huyes; saldrás perdiendo igual.
Pero yo he sentido quebrar mis huesos por esa fuerza impasible. Yo he llorado cada gota, cada una de las doscientas gotas que erosionaron mi cuerpo. Yo, que siempre he tenido más mar que cielo y ya perdí demasiadas veces a los que un día llamé mi sol... A mí, nadie puede hablarme de naufragios.  Nadie se atreva a darme lecciones de cómo es la luz de las calles en la noche, la calidez que da una sonrisa con puntería, de cómo dar la mano. Porque a mí me encontró la locura de la que hablan las canciones, y desde entonces, me es imposible no seguirla buscando en cada voz.
Porque lo dije ayer, soy esa acróbata del horizonte enfrentado, contradictorio. La libertad sin amor que busca el amor preso. El corazón exigente lleno de vacío necio. El alma partida. Soy siempre las ganas de volar y siempre, las alas rotas. Da lo mismo si las fracturó mi presente o su pasado, o si fui yo para impedirme caer otra vez más; pero ahí las ves, muertas (de miedo). Con la parálisis de quién se siente abrazar por el futuro mientras te acaricia las heridas... Abrazar por el amor, por dolor, por el rayo instante. Por el recuerdo imperturbable.
-¿Cómo puedes pedirme que me enfrente, si nada me asegura que recordaré nadar? No. -sentencio, ahogada de pena.- Estamos condenados a ser hombre y mar, hasta que el corazón se distraiga de su propio rumor. 
 

 



Ojitos tristes errantes,
¿Por qué me quieres tocar el alma?
Ojitos tristes, tú sabes,
Que allí adentro no hay nada.

Pase quién pase, no me esperes,
Porque es más fiel la duda.
Sabes que mañana no siento
Por lo que ayer estuve desnuda.

Ojitos tristes, apóyate en mí,
Que hoy tengo el corazón feroz,
Que no soporto mentiras escritas 
Si te sinceras a viva voz.

Yo del amor quedé tartamuda,

Ya perdí la lengua y el beso.
Tú te mereces más que un mundo
Y yo no tengo más que un lecho.

Que no te puedo dar calor
Más tibio que el del infierno.
No te enamores, corazón; que tú aún estás a tiempo.









Qué miedo tengo.
Qué miedo a entender, 
A ver cenizas dentro.

Qué miedo vomitar flores con veneno.
¿Me arrancarás las raíces
si me callo un momento?

Pero qué necesario es ver nuestro cielo cayendo.
Los que yo conozco y los que son,
Aunque no encuentro.

Qué poquito paramos el paso del tiempo.
Ayer despertamos conciencias,
hoy me pruebo el recuerdo.

Y no me gusta. 





Me agobia
este monólogo tonto sin lengua,
esta nueva realidad de bocas cerradas,
de labios sellados.
Te prometo que he buscado
pero no hay palabra que iguale las baladas
de mis vocales sin gobernante:
el desfile de dos cuerpos soldados
sin consonantes, sin "tú" ni "yo".
Porque juramos que no,
no había un significado preciso
para las rosas de la piel.

Pero deshiciste, y ahora son
cien las secuestradas:
el tacto hedonista de la madrugada,
las excusas de colchón,
los ojos jóvenes del pecado;
o el anhelo sin permiso improvisado...

Hoy no hay qué comer, corazón,
no busques.
Aliméntate del recuerdo, corazón,
y acurrúcate tú solo;
que te honra el hambre.










Alexia Gómez. Con la tecnología de Blogger.
 
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