Y sin embargo- Joaquín Sabina.

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veces se esconde de los besos que no da; y otras, sin pedir permiso para entrar, abre. Veréis, a mí nunca me han gustado las tormentas, y aún no he visto ninguna peor que su sinceridad. Son palabras eléctricas, precisas, fulminantes, que recorren sin piedad y reducen todo a cenizas. Porque si te mira, no te suelta, da igual como le sonrías. No, no hay tregua, o te enfrentas a la inmensidad o huyes; saldrás perdiendo igual.
Pero yo he sentido quebrar mis huesos por esa fuerza impasible. Yo he llorado cada gota, cada una de las doscientas gotas que erosionaron mi cuerpo. Yo, que siempre he tenido más mar que cielo y ya perdí demasiadas veces a los que un día llamé mi sol... A mí, nadie puede hablarme de naufragios.  Nadie se atreva a darme lecciones de cómo es la luz de las calles en la noche, la calidez que da una sonrisa con puntería, de cómo dar la mano. Porque a mí me encontró la locura de la que hablan las canciones, y desde entonces, me es imposible no seguirla buscando en cada voz.
Porque lo dije ayer, soy esa acróbata del horizonte enfrentado, contradictorio. La libertad sin amor que busca el amor preso. El corazón exigente lleno de vacío necio. El alma partida. Soy siempre las ganas de volar y siempre, las alas rotas. Da lo mismo si las fracturó mi presente o su pasado, o si fui yo para impedirme caer otra vez más; pero ahí las ves, muertas (de miedo). Con la parálisis de quién se siente abrazar por el futuro mientras te acaricia las heridas... Abrazar por el amor, por dolor, por el rayo instante. Por el recuerdo imperturbable.
-¿Cómo puedes pedirme que me enfrente, si nada me asegura que recordaré nadar? No. -sentencio, ahogada de pena.- Estamos condenados a ser hombre y mar, hasta que el corazón se distraiga de su propio rumor. 
 

 



Alexia Gómez. Con la tecnología de Blogger.
 
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