-Escúchame, ¿te acuerdas de ese sueño? Bien, pues agárrate a él bien fuerte. Agárrate y no te sueltes, porque el cielo es el único límite. Así que ve, y hazte con él. Hazte con cada nube, cada pigmento de color azul que lo tiñe, con la última gota de lluvia. ¿Te acuerdas todo lo que te dijeron? Sí, por supuesto que te acuerdas. Fueron sus palabras las causantes de tus lágrimas. No las olvides. No lo hagas nunca, jamás. Serán las encargadas de recordarte donde estabas, y dónde estás ahora. Créeme, te merecerá la pena no parar, aunque solo sea por el simple placer de ver sus caras cuando te vean con tu inmensa y amplia sonrisa, que parece susurrar "te lo dije", aunque sea tu única motivación para seguir y vivir cada mañana. Por último, quiero que tengas bien claro que todo aquello que se interponga entre el cielo y tú, es un obstáculo, y los obstáculos debes sortearlos. No importan religiones, razas o políticas, como tampoco importan opiniones ajenas. Es tú sueño, y si te merece luchar por ello, si realmente quieres cumplirlo... No dejes que nadie te diga lo que no puedes hacer.
-Podrás decir todo lo que quieras, pero nada vale este sufrimiento. Nada vale todos los llantos, todas las traiciones... Nada vale querer morir a cada instante. ¿Realmente merece la pena vivir muriendo, para alcanzar el cielo?-dijo, mirándome fijamente con sus enrojecidos, cansados y tristes ojos.
-Sí, si en tu último instante, sientes toda la felicidad que te había sido arrebatada.
