Su herida golpead de vez en cuando,
no dejadla jamás que cicatrice.
Que arroje sangre fresca a su dolor
y eterno viva en su raíz el llanto.
Y si se arranca a volar, gritadle a voces
su culpa: ¡que recuerde!
Si en su palabra crecen flores nuevamente,
arrojad pellas de barro oscuro al rostro,
pisad su savia roja.
Talad, talad, que no descuelle el corazón
de música oprimida.
[...]
Tú, arranca;
yo oigo gritar a las flores.
Allá tú con tu conciencia,
yo soy cada día más malo,
estoy perdiendo la paciencia...
-Fragmento de Te juzgarán sólo por tus errores (yo no), por Extremoduro.