Corazón de Mimbre.

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12 de Abril, al Amanecer.

-Pero... ¿Entonces ya está? ¿Todo a terminado? Pero, ¿Por qué?
-... Será mejor que me olvides.

Y sus palabras resonaron en mi cabeza, como sus pisadas de tacón alto resonaban alejándose de mí. Quise correr, pero no pude. Mis pensamientos me lo impidieron, y es que tenían razón.¿Qué más podía hacer yo?... Agotado, me senté a esperar que el sol terminará de reinar en el cielo y así, mi caudal de lágrimas fuera secado por él. Y lo fue, por muy improbable que parezca. Una pena que mis sentimientos no desaparecieran tan velozmente. Sus palabras seguían en mi mente "Será mejor que me olvides", "será mejor que me olvides"... Otra vez me encontraba conmigo mismo, desolado. Mientras mi cabeza solo pensaba en ella, mi corazón trataba de recomponerse intentando coser de vuelta sus tequieros, buscando una explicación a todo lo ocurrido... Pero no la había.

Y cuando se dio cuenta de que no la había, volvió a mí la parte que ella me hizo encerrar. Sí, esa parte violenta, esa espina. Y me recordó todas las noches mal dormidas por su culpa. Me hizo pensar que al fin de al cabo, si ella había sido capaz de hacerme tanto daño, no era tan buena; aunque fuera perfecta. Y esa espina se apoderó de mí, y me hizo volver, a su portal, que tantos besos presenció (Todo era mentira, me recordaba). Por el camino, mis oídos parecieron contagiarse del veneno de mi yo violento, porque solo podía escuchar sus promesas rotas; "Nos querremos mas que nadie, para que no corra ni el aire entre tu y yo"...

Había llegado. Recuerdo que me acordaba de su piso por alguna estúpida similitud entre "C" y "Cariño" (Querrás decir cabrona, me recordaba). No pude evitar fijarme en que la floristería de al lado de su casa aún no había abierto... Esa que tantas veces me había sacado de apuros... ¡Cuantas veces le regale rosas por olvidarme de su cumpleaños, o nuestro aniversario!... Espina volvió. Controlaba hasta el último centímetro de mi cuerpo. No pude evitarlo, y de un puñetazo rompí el cristal de la vitrina. Recogí todas las rosas que pude, y mientras sus espinas teñían de color sangre mis manos, mi rabia tomaba cada vez más el control de mi mente.
Una a una, arranqué todas las espinas de esas rosas, y las fui cuidadosamente introduciendo en su buzón. Una por cada mentira. Por cada promesa rota. Por cada latido de mi corazón maltrecho.

Que le dieran por culo. (Ha cambiado, ya no es ese corazón de piedra que te enamoro)
Quien diría, que lo que parecía piedra era el forro de un colchón.
En el fondo, solo era un corazón de mimbre.






Alexia Gómez. Con la tecnología de Blogger.
 
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