Yo te creí.
Quizá por eso el dolor arde tanto.
Te creí cuando juraste entregar tu vida,
te creí cuando el miedo no te pesaba tanto,
te creí cuando Afrodita no me hacía justicia,
te creí en el abrazo al volver a casa,
te creí cuando nuestro encuentro era el nombre del futuro,
Habana,
te creí cuando hablabas de campanas,
te creí cuando por un mes dijiste no juzgar,
cuando prometiste estar dispuesto a enseñarme y a aprender,
a caminar, al dolor, a crecer, a amar...
Yo te creí cuando me enseñaste a sonreír,
te creí cuando sufrías por verme llorar.
yo te creí cuando creí que te importaba
más que el ego, más que el orgullo,
más que la mentira y la falsa piedad.
Yo te creo.
Aún, ahora, que me has gritado que no,
que el viento de la corriente es más fuerte que tu voluntad,
que el miedo pesa más,
que los abrazos sólo los quieres en los momentos buenos,
que ya no te importa volver sólo a casa,
que los futuros están muy lejos y no se oyen las campanas.
Yo no quiero creerte todo lo que me gritas
porque soy así, chiquitita, inocente,
y creo en la gente y creo en creer.
Creo firmemente que me merezco ser feliz,
igual que tú.
Creo que es inútil negar un amor presente
y futuro
aunque pretendas ser invidente,
aunque el camino sea duro.
Y es por ello que aunque me cause dolor,
yo creo en ti.
Incansablemente,
indudablemente,
eternamente.
Porque no puedo asumir la oscuridad
si sé que tú eres el sol.
Bibliografía.
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Alexia Gómez. Con la tecnología de Blogger.